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jueves, 24 de febrero de 2011

Manual de conquista. Parte 5: la retórica.

Una de las armas más potentes, certeras y efectivas para verse victorioso en la moderna lucha habitual entre finalizar la jornada en la hamburguesería y/o panchería de turno en altas horas de la madrugada y amanecer en los brazos de una damisela, es la palabra oral. El arte de la retórica no solamente nos favorece en este ámbito, sino en todos los aspectos de la vida. De hecho, por propia experiencia puedo atestiguar haber aprobado un examen final en mi juventud sin haber respondido tan solo una de las preguntas realizadas, sino que luego que me habían notificado y más que nada, confirmado, que había desaprobado, me dispuse a convencer a los docentes con cualquier tipo de razones para merecer aprobar y quitarme de encima la materia, que estaban equivocando su accionar. Y lo logré.

Por eso es que la buena expresión oral nos abrirá las puertas que deseemos, y también abrirá otras cosas, que bien pueden conjugar con la palabra “oral”. No voy a subestimar al lector, y dejaré esas palabras para aplicar libre albedrío. Bueno, para no irme por las ramas, me voy a adentrar en el tema sin más preámbulos ni sutilezas. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que por más que sepamos manejar a nuestro antojo todo el vocabulario existente, lo que servirá de pilar fundamental para esta misión es la seguridad. Y aquí debo hacer foco en dos tipos de seguridad (al muchacho fornido que viste de negro no lo considero tal cosa, eh), que son: la seguridad en uno mismo y la seguridad en lo que estamos diciendo.

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