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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Creaciones poco felices

No voy a caer en el chiste fácil diciendo que el bidet es una ducha que salió para el traste, porque la realidad es que demostró ser una creación que, de “suerte”, sirvió para algo.

Pero sí quiero reflexionar sobre cómo no ser claros en el mensaje, puede inspirar a creadores y creaciones poco felices.

Tal es el caso que me ocurrió a finales del siglo XVIII, cuando charlando en París con un diputado de la Asamblea Nacional, mi queridísimo Doctor y Cirujano Joseph Ignace Guillotin, nos convencimos que el pueblo francés debía trocar su pensamiento, abrir su mente a la nueva Orden establecida por la Revolución Francesa y dar paso a la era Moderna. En una palabra, los franceses debían cambiar sus cabezas.

Esta idea se instaló en el Dr. Guillotin como grabado a fuego por aquella charla, café de por medio, y cual leitmotiv, debe haber sido su inspiración para el perfeccionamiento de su letal invención: la guillotina, que no sé si cambió muchas cabezas, pero debe haber hecho cambiar de pensamiento a muchos conspiradores de la república.

Otra prueba fallida de intentos por cambiar el mundo, ocurrió cuando en una cena con Thomas Alva Edison; le comenté mi curiosa idea sobre que al mundo le faltan sillas.

En aquella oportunidad me dijo que él también estaba preocupado por el rumbo que estaban tomando las cosas en el mundo. Rápidamente, encargó a un empleado de su taller, el diseño de una silla para que limpiara al mundo de todo mal. La tarea recayó en Harold Pitney Brown, y el resultado de su diseño fue la nefasta silla eléctrica.

Por eso, desde entonces siempre digo, que es recomendable ser explícitos con lo que uno pide, porque algún alma voluntariosa puede pretender ayudarnos, aún cuando no tenga ni la más pálida idea de lo que son nuestros problemas.

Alejo Balducci, Casablanca, 1942.

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