Ahora en Twitter

jueves, 1 de septiembre de 2011

Un tema elevado

Algunos inventos tienen el propósito de facilitarnos la vida y cumplen con su cometido. Pero siempre tengo la sensación que, algunas veces, el proceso de imaginación de estas soluciones no es producto de una ardua y trabajosa tarea sino que tiene su fuente de inspiración en la pereza.

Y, algunas personas, ante un invento dado, le asignan funciones o propiedades para las que en principio no fueron diseñados.

Tal es el caso del perfeccionamiento del ascensor, gracias a un queridísimo amigo mío de la estadounidense ciudad de Vermont, Elisha Graves Otis.

Si bien los primeros registros de ascensores datan del año 236 a. C. cuando el arquitecto romano Vitruvius, mencionó que Arquímedes había diseñado un aparato para levantar cargas y personas a gran altura, el diseño y desarrollo del elevador moderno se deben a Elisha.

Él trabajaba en una fábrica de camas, (era un poco, como decirlo..., “esquena”) y siempre estaba pensando en cómo inventar dispositivos para ahorrar trabajo, y fue así como fue transferido a Nueva York.

En la “Big Apple” proliferaban los edificios de gran altura y las grandes tiendas comerciales.  El público, debía subir interminables escaleras para acceder a los pisos más elevados y, generalmente, llegaban exhaustos o con poco aliento para concretar la transacción comercial. Entonces, Elisha diseñó y construyó el primer ascensor que, además, tenía un sistema paracaídas de seguridad, para facilitar el ascenso seguro de los clientes.

Más tarde, sus hijos, Charles y Norton, continuaron su actividad en la empresa Otis Brothers & Co. (luego de la muerte de Elisha), pero olvidaron mencionar la función principal de su invento, y es que el “ascensor”, también llamado “elevador”, sirve para “subir” personas u objetos a los pisos más altos de los edificios, aún cuando muchas personas también los usan para “bajar” de grandes alturas. Eso, en parte, explicaría el motivo por el cual los ascensores modernos requieren de un mantenimiento constante, pues realizan una tarea adicional para la que, en principio y según su nombre, no fueron diseñados.

Otros también han fracasado pretendiendo otorgarle al invento de Otis ciertas cualidades místicas que el mismo no posee, buscando en el aparato la “elevación” de su persona.

Alejo Balducci, Nueva York, 2001.

No hay comentarios:

Publicar un comentario